3.Limpia tu piercing regularmente.
Seguir de manera muy estricta un régimen de limpieza diaria es esencial para evitar infecciones y permitir que tu piel quede lisita y pareja cuando sane. El profesional en piercings te dará instrucciones específicas para ti, las cuales siempre deberás seguir. En general, estas instrucciones serán similares a los siguientes métodos:
Compra materiales. No necesitarás mucho, pues deberá bastar con algunos hisopos de algodón y jabón antibacteriano suave. También deberás contar con una pequeña taza, un chorro de agua y sal marina.
Lava y frota. Empieza por lavarte las manos con agua caliente y el jabón suave. Una vez que tus manos estén limpias y secas, humedece un hisopo de algodón (o una bola de algodón si te parece necesario) con agua y con la mano frota delicadamente alrededor del piercing para eliminar cualquier acumulación que haya. Desecha el hisopo una vez que hayas terminado.
Limpia minuciosamente. Pon una buena cantidad de jabón suave en uno o dos de tus dedos y suavemente pero de manera minuciosa lava por todos lados alrededor de tu piercing. También asegúrate de hacerlo por debajo de la joya (la “cara” del arete). Una vez hayas quedado satisfecho con la limpieza, vierte una taza de agua caliente y úsala para enjuagarte el jabón.
Sumerge el piercing en una solución salina. Mezcla algunas cucharaditas de agua salada en varios mililitros de agua caliente y sumerge el piercing en ella por uno o dos minutos. Esto ayudará a extraer los líquidos infectados de un piercing que no esté sanando bien, pero también cumple otra función importante, la de reducir la irritación. Haz una inmersión salina cada vez que limpies el piercing hasta que ya no te duela ni sientas el área irritada.
Enjuaga y repite el proceso. Enjuaga nuevamente el piercing con agua fría o caliente y sécalo con palmaditas muy suaves. Repite estas instrucciones dos veces al día para fomentar una curación adecuada.
Si la perforación está infectada, puedes limpiarla de esta manera hasta cuatro veces al día.